Lo que todavía nos falta a las mujeres aprender es que nadie te da poder. Simplemente lo tienes que tomar tú.
Roseanne Barr.








jueves, 29 de agosto de 2013

El Parque Nacional Yasuní

Carlos Larrea
La decisión de extraer el petróleo en el bloque ITT es una amenaza para el bienestar de nuestros hijos y nietos, quienes verán reducidas sus posibilidades para alcanzar una vida digna en armonía con la naturaleza.
El Ecuador es uno de los países con mayor biodiversidad en el mundo, y los ecuatorianos somos solamente los guardianes, más no los dueños, de esta riqueza única, y debemos preservarla para transmitirla a las generaciones venideras. Nuestra Constitución es la primera en el mundo en reconocer derechos a la naturaleza, cuya integridad está amenazada.
El Parque Nacional Yasuní ha sido reconocido como el lugar de mayor diversidad del hemisferio occidental (Bass, Finer et al, 2010). Sus ecosistemas únicos han evolucionado desde la formación de la selva Amazónica hace 25 millones de años, han sobrevivido los rigores de las glaciaciones del Pleistoceno (Hoorn, 2006) y poseen una excepcional resiliencia frente al cambio climático futuro. Tal vez no sobrevivan, sin embargo, la codicia de nuestros gobiernos en los años venideros. Con ellos pueden desaparecer también los dos últimos pueblos indígenas no contactados que habitan en la Reserva de Biosfera Yasuní.
El bloque ITT almacena en su subsuelo 846 millones de barriles de petróleo pesado. Debemos preguntarnos si extraer más petróleo puede realmente beneficiar en forma perdurable a las generaciones actuales y futuras, y si éste es el único camino para el Ecuador.
Aunque el país ha explotado su petróleo en la Amazonía por 41 años, aun la pobreza afecta a uno de cada tres ecuatorianos, y casi la mitad de nuestros trabajadores están subempleados (CEPALSTAT, 2013). Ningún país petrolero en desarrollo ha logrado alcanzar la satisfacción equitativa y sustentable de las necesidades humanas. Destacados estudios nos enseñan los obstáculos que impiden a los países petroleros obtener un crecimiento distributivo y sustentable. 
Según Gelb (1988), ningún país exportador de petróleo logró canalizar eficientemente para su propio desarrollo los recursos provenientes de los altos precios del petróleo obtenidos entre 1973 y 1985. En general, los resultados fueron desalentadores. La teoría de la “enfermedad holandesa” sostiene que los efectos de booms exportadores asociados a un solo producto, como el petróleo, resultan negativos porque las economías no logran diversificarse y son vulnerables cuando las condiciones externas favorables se terminan.
Jeffrey Sachs (1995), partiendo de una base empírica sobre el comportamiento anual de 97 países en desarrollo entre 1971 y 1989, encuentra una relación negativa y estadísticamente significativa entre la exportación de recursos naturales (principalmente petróleo, minerales y productos agrícolas primarios) y el crecimiento económico obtenido. En otras palabras, los países especializados en la exportación de petróleo, minerales y otros bienes primarios crecen más lentamente que otras economías en desarrollo.
Albert Berry (2008), sobre la base de un análisis comparativo entre Indonesia, Venezuela, Chile y Nigeria, encuentra que los países exportadores de petróleo y minerales tienen grandes dificultades para alcanzar resultados satisfactorios respecto del empleo y la distribución del ingreso. Rosemary Thorp (2009, 2012), reconocida especialista en historia económica de América Latina, sostiene que en general los países mineros y petroleros han enfrentado serios problemas en su desarrollo institucional, y que esta debilidad a su vez ha afectado sus posibilidades de desarrollo en el largo plazo.
Terry Klark (1997) explica cómo los países petroleros dependen excesivamente de las rentas hidrocarburíficas, debilitando sus instituciones públicas y sistemas impositivos. Anthony Bebbington (2013) analiza la alta conflictividad en las regiones mineras y petroleras del área andina, y los pocos beneficios que llegan a las comunidades locales.
En general, éstos y otros estudios ponen de manifiesto que los países altamente dependientes de las exportaciones de petróleo o minerales son vulnerables y frágiles, y han obtenido resultados comparativamente pobres en términos de crecimiento económico, institucionalidad, empleo y equidad.
Petroamazonas, la empresa que extraerá el petróleo del campo ITT, se ha propuesto aplicar una tecnología de bajo impacto ambiental, sin construir carreteras en el Parque Yasuní. Es sorprendente que la misma empresa haya construido reientemente una carretera de más de 19 kilómetros al interior del Parque en el Bloque 31, contiguo al ITT, como lo demuestran las fotografías de National Geográfic publicadas en enero de 2013 (Wallace, 2013). Las carreteras representan amenazas graves a la biodiversidad, y facilitan la cacería, la tala ilegal de madera, así como la colonización.
El Ecuador ha alcanzado importantes mejoras sociales y ha consolidado sus instituciones en los últimos años. Me pregunto si podemos mantener estos resultados profundizando la deforestación y amenazando nuestra mayor riqueza, la biodiversidad, al expandir cada vez más la extracción petrolera y minera.
No debemos olvidar que las reservas petroleras del Ecuador son pequeñas, y que al cabo de no más de 20 años, el país se convertirá en importador de petróleo, los proyectos mineros también durarán unas pocas décadas, dejando atrás grandes áreas devastadas de nuestra selva. 
 
Otros países latinoamericanos, similares al Ecuador, como Costa Rica, han alcanzado sorprendentes resultados económicos y sociales conservando su biodiversidad, invirtiendo en educación, salud e investigación científica, y promoviendo el ecoturismo, sin el petróleo. Mientras tanto, el Ecuador se destaca por mantener una de las tasas de deforestación más altas en América Latina.
El Ecuador está desaprovechando una oportunidad histórica para transmitir a las generaciones venideras un mundo mejor.

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