Lo que todavía nos falta a las mujeres aprender es que nadie te da poder. Simplemente lo tienes que tomar tú.
Roseanne Barr.








CALLES CON NOMBRE DE MUJER

Sabemos muy poco de ellas, muchas veces ni siquiera nos suenan sus nombres, y sin embargo queremos conocerlas. Estamos empeñadas en "recuperarlas", en entablar un diálogo con ellas y escucharlas, porque queremos establecer una relación, una cadena histórica, solidaria, construir el futuro desde y con las que nos precedieron, y..., por supuesto, ¡necesitamos aprender de ellas!. Es un trozo de Historia que nos pertenece.

 
En esta página podrá encontrar a algunas de estas mujeres. La invitación está abierta para ir alimentando esta página continuamente, esperamos los aportes de hombres y mujeres.


María Chiquinquirá Díaz

En el Fondo de Esclavos del Archivo Nacional de Historia de Quito, en uno de sus expedientes, se recoge el juicio que María Chiquinquirá Díaz plantea a su amo, reclamando su libertad.

El desarrollo del juicio abarca poco más de cuatro años y, debido a un sin número de declaraciones de testigos de parte y parte, se descubre la historia de tres generaciones de esclavas. El proceso que la esclava inicia, contiene una serie de discursos elaborados por los defensores para demostrar la veracidad de argumentos, a favor y en contra de la libertad de la esclava.

Presentamos algunos datos biográficos de María Chiquinquirá, nacida en Baba, provincia del Guayas, como símbolo de la resistencia de la Mujer Negra.

María Chiquinquirá Díaz existió y vivió en el siglo XVIII en el puerto colonial de Guayaquil. Mulata o zamba, como dice Cháves, fue esclava hija de esclava; se casó con un hombre libre, de profesión sastre; y tuvo una hija. Fue por esa hija, para que no corriera su misma suerte, por quien María Chiquinquirá Díaz, al amparo de la propia legislación de ese entonces, decidió entablar una acción judicial contra su amo y reclamar, para sí, esto es para ella misma, la condición de ser libre.

Su existencia y parte de su vida están contenidas, precisamente, en ese expediente judicial que sirve a Cháves de material para recrear, hasta donde fue posible, la historia de María Chiquinquirá como esclava primero y posteriormente como liberta, y para recrear las costumbres, los valores y las consideraciones político-legales sobre las cuales se edificaba la sociedad de ese entonces. Pero, sobre todo, ese expediente judicial, es decir ese juicio o proceso, le sirve a la investigadora, para, a través de la lectura de los escritos legales, del texto de las leyes que invocan unos y otros, de lo que dicen quienes actúan como testigos, de lo que afirma el amo, de lo que asevera la esclava y de los tejes y manejes de las oficinas judiciales, intentar descubrir sobre qué bases ideológicas se construían los patrones de lo que en esos días era ser amo y era ser esclavo.

Uno de los más interesantes descubrimientos que la investigación pone de relieve es el hecho de que el mismo aparato judicial, con sus contradicciones, lentitudes y corrupciones, y la misma palabra de la ley, con sus ambigüedades, silencios y contradicciones, son los que facilitan que María Chiquinquirá Díaz y su hija puedan vivir el resto de sus días como libertas. María Chiquinquirá muere sin que se haya dictado sentencia alguna a su favor o en su contra; es más, según los datos, el expediente terminó perdiéndose en los confines de la administración de justicia. Pero es precisamente esa "irregularidad" la que le permite gozar eternamente de una resolución que, provisionalmente y mientras durara el juicio, le concede los derechos de la libertad.

Tomado y sintetizado de Marena Briones Velasteguí, Diario Hoy, 9 de abril 1999 y de la página web: http://afros.wordpress.com

MARIA LUISA GOMEZ DE LA TORRE PAEZ

POLITICA.- Nació en el barrio del Tejar, Quito, el 28 de Mayo de 1887. Hija de Joaquín Gómez de la Torre Álvarez, quiteño educado en Europa, terrateniente que tuvo problemas con Juan Montalvo en 1876 cuando éste atacó a su tío Manuel Gómez de la Torre, que era Ministro General del presidente Borrero.

María Luisa tuvo una niñez pobre por su condición de hija natural no reconocida y encima desprotegida aunque después su padre le dio algunos medios económicos para su sustentación.

Su madre fue doña Francisca Páez Rodríguez, mujer honorable y -preocupada de su única hijita, que la llevó por el buen camino con sanos consejos y prudentes palabras.
En 1912, ya de 25 años, decidió ser alguien en la vida y aprovechó que acababa de abrirse la escuela normal "Manuela Cañizares".

Graduada de normalista con excelentes calificaciones y eximida por sus profesoras de rendir las pruebas finales debido a la importancia de varios trabajos presentados. Como maestra laica soportaba serios ataques a su persona, esquivando pedradas y haciendo oídos sordos a los gritos destemplados de "Masona laica" que recibía, puesto que la lucha era tenaz entre lo antiguo clerical y lo nuevo laico, al punto que las autoridades habían tenido que emitir unos carnets para los padres que matriculaban a sus hijos en las escuelas. Los carnets les evitaban las multas, que muchos preferían pagar y esconder a sus hijos en sus casas, antes de enviarlos a las nuevas escuelas.

En 1925 obtuvo la cátedra de gimnasia para las alumnas del Instituto Mejía, que fue mixto hasta el 35 que la dictadura de Páez le quitó esa condición, creándose el Normal Manuela Cañizares; pero María Luisa decidió continuar como simple inspectora en el Mejía, donde tenía amigos y coidearios fraternos y rompía la tradición machista.

En 1930 formó el Club de Profesores del Mejía que prontamente ganó prestigio por su intensa labor cultural. María Luisa fue una activista entre sus miembros y el 37 fundó con sus compañeros Emilio Uzcátegui, Elisa Ortiz Garcés, Luis Felipe Castro, Lelia Carrera, Reinaldo Espinosa, Manuel Utreras, Leopoldo Chávez, el Sindicato de Profesores del Mejía, transformado en 1946 en la "Unión Nacional de Educadores".

Por entonces había establecido el desayuno escolar para los alumnos más pobres del Mejía, vivía con su madre y ayudaba a su amiga Nela Martínez Espinosa en la crianza de su pequeño hijo Leo.

Desde 1943 formó parte del buró nacional de Acción Democrática Ecuatoriana ADE en lucha contra el despotismo arroyista y al estallar la revolución del 28 de Mayo de 1944 con Nela Martínez y otras mujeres sostuvieron el levantamiento.

En la madrugada del día 29 al frente de las masas airadas y con el apoyo de los indios de Cayambe liderados por Dolores Cacuango que formaban un cerco humano, las mujeres tomaron el Palacio de Gobierno en nombre de la Revolución y allí recibieron la rendición de las guarniciones. Nela Martínez con su elocuente y lúcida palabra esfervorizaba a las multitudes y María Luisa con la iniciativa siempre oportuna, sostuvieron el levantamiento para evitar que los militares ofrecieren su respaldo al gobierno arroyista. Fue un acto de arrojo y valentía y solamente se retiraron cuando los carabineros entregaron sus armas y volvió la calma, siendo las últimas en salir de Palacio.

Desde el 44 realizaba cada fin de semana esporádicos trabajos en las comunidades indígenas del Cotopaxi. Fue encargada del área de adoctrinamiento y ayuda. Ya no era una jovencita pero se levantaba a las primeras luces del alba y se iba en bus y a caballo a Pujilí, pernoctando en chozas y en páramos, "sintiendo frío, escuchando historias, cantando canciones indígenas y con el oído alerta por si acaso el terrateniente sospechara de sus movimientos y soltara la jauría".

"Lucha con Dolores Cacuango"
Después pasó a servir en el norte cerca de Cayambe, donde estrechó lazos de amistad con la dirigente Dolores Cacuango y otros líderes de esa comunidad, e impulsó el programa de escuelitas indígenas en quichua.

Visitaba las escuelitas cada quince días, supervisando las labores pedagógicas, tratando de mejorar los métodos y todo ello sin contar con un solo centavo. Fruto de su esfuerzo fue una exposición de artesanías populares realizada a medias con su amiga Olga Fish en los salones de la Casa de la Cultura en Quito (tejidos, bordados, cestería, fajas, alpargatas, blusas) con música y canciones inéditas andinas, que llamó poderosamente la atención del país y aún del exterior.

Por los años 50 quiso obtener de los ministros de Educación el reconocimiento de las escuelas en quichua, pero se le cerraron todos los caminos y finalmente un ministro ordenó que los bienes de las escuelas fueran transferidos a la Asistencia Pública, subsistiendo únicamente la de Yanahuayco que era sindical.

En 1964 realizó varios trabajos con su amiga Laura Almeida Cabrera, figura visible del comunismo que no caía en la cárcel por su condición de mujer. La acompañó en varios viajes a provincias, hablaron con dirigentes de la oposición y con una nueva generación de mujeres ecuatorianas que más que políticas eran feministas y miembros de la Asociación Femenina Universitaria AFU, aspirantes a liberar a la mujer de su tristísima condición de seres minusválidos. Falleció en los años setenta en Quito, no sin antes hacer testamento para que sus escasos bienes se repartieran en obras de interés social.

Fue una mujer fuerte y de buen ver. Blanquísima rosada, de contextura carnuda que finalmente se hizo gruesa. Ojos azules, pelo rubio y luego dorado y partido en trenzas. Hermosa de alma y de cuerpo, practicó el bien en la política y el trabajo comunitario. Ayudó a amigos en desgracia, sobre todo a los indios, bravamente, en medio de peligros e incomodidades y por muchos años. Respetada y querida por todos, fue siempre buena porque aspiraba al bien general, desprendida de todo personalismo. Su falta de reconocimiento y abandono paterno le hicieron ver claramente las injusticias del sistema, pero ni se entristeció ni fue presa de la amargura allí su mérito y aunque pasaba por subversiva no lo era, más bien fue siempre una santa laica. Le gritaban masona primero y luego comunista y otras lindezas cuando era un inri que causaban vergüenza a nuestro pueblo sencillo que no comprendía el alcance de ciertos adjetivos. Fue, pues, una gran ecuatoriana por abanderada del progreso y de la lucha social.

Tomado y resumido de la pagina de Rodolfo Pérez Pimentel, http://www.diccionariobibliograficoecuador.com/

MANUELA GARAYCOA DE CALDERONTomado de la página web: http://afros.wordpress.com
PATRIOTA.- Nació en Guayaquil y fue bautizada el 8 de Junio de 1784 con los nombres de Manuela de Jesús. Hija legítima de Francisco Ventura de Garaycoa y Romay, natural de La Coruña, en Galicia, España, Capitán de Maestranza del Astillero de Guayaquil y Factor General de la Real Renta de Tabaco y de la guayaquileña María Eufemia de Llaguno y Lavayen.

Poco se conoce de su niñez y juventud aunque debió recibir las primeras letras de su madre. En Marzo de 1800 contrajo matrimonio con Francisco García-Calderón y Díaz, natural de La Habana. Manuela pronto salió embarazada y en 1801 dio a luz en casa de sus padres a una niña que llamaron Mercedes, quien casaría en 1824 con el Regidor Bartolomé Francisco de Ayluardo y Azpillueta, con sucesión.

En 1804 nació su hijo Abdón, el futuro Héroe Niño. En 1806 Baltazara, quien casó en 1842 con el ex-Presidente Vicente Rocafuerte, sin hijos. En 1807 Carmen, una de las "Tres Gracias" que coronaron a Bolívar a su retorno de la campaña del Perú, con Mariquita Plaza del Campo y Angelita Rico Rocafuerte. El Libertador, amigo de su familia, la mencionó en sus cartas con el sobrenombre de "La Gloriosita", falleciendo soltera en 1868 en Lima. En 1809 nació Manuela, que murió soltera.

Cuando iba a estallar la revolución del 10 de Agosto en Quito, la familia Calderón Garaycoa se componía de un hijo y cuatro hijas. Entonces ocurrió que el Capitán Juan Salinas, comprometió secretamente en Quito al Sargento Mayor Mariano Pozo, riobambeño de 36 años de edad, para que propagara las ideas independentistas en Cuenca, ciudad a la que tenía que viajar con una escolta de catorce soldados a su mando, a relevar a los que estaban en esa urbe.

Acostumbrando reunirse con sus hermanos y hermanas en casa de su cuñado Villamil y en la habitación de Ana, su esposa, Dña. Manuela y sus familiares culminaron el plan de la independencia de Guayaquil.

En la mañana del 9 de Octubre alistó a sus hijos Abdón y Francisco en las tropas de Infantería y en la Marina, desplegando imponderable entusiasmo. Ella misma cosió los uniformes que vestía su hijo Abdón como integrante del Batallón Yaguachi. Le despidió personalmente cuando inició la marcha sobre Cuenca y Quito y en todo ese tiempo mostró un temple digno de los tiempos heroicos de la Grecia, cuando las madres ofrendaban sus hijos a la Patria.

El 24 de Mayo las armas guayaquileñas y colombianas triunfaron gloriosamente sobre los españoles en el Pichincha, pero la noticia recién se conoció en el puerto principal el 2 de Junio, por una carta particular.

El mismo día, Manuela Garaycoa de Calderón se impuso del bizarro comportamiento de su hijo Abdón que cuatro veces herido se había resistido a abandonar el campo de batalla hasta que al fin había caído. El 11 escribió a su amigo Antonio José de Sucre, correspondiéndole la singular atención de haberla felicitado con el Coronel Juan Illingworth, por el heroísmo de su hijo Abdón.

“Mi General. Por fin nuestros votos se han cumplido. Ya el glorioso pabellón de Colombia está tremolando en el antiguo templo del sol, y los dignos y primeros independientes de Quito disfrutan de las beneficencias que su Constitución y sabias leyes derraman sobre ellos y Ud. recibirá las bendiciones de éstos por haberles conseguido este bien tan deseado, por su pericia militar, por sus virtudes cívicas, por su conjunto de perfecciones que le constituyen nuestro Libertador, por lo que me congratulo con Ud., pues que pertenezco a los ilustres quiteños, por haber derramado allí mi sangre y haber padecido con ellos tantas privaciones. He recibido con indecible placer, la enhorabuena que por medio del benemérito Coronel Illingworth ha tenido Ud. la bondad de darme, por haber cumplido mi hijo con el deber que le impuso la naturaleza y el honor; pero yo digo que a las órdenes de un General tan sabio y valiente no había ningún Oficial que no sacrifique su vida; y si él pierde un brazo según me dicen, habrá perdido una crecida parte de su existencia y yo mi vida, pues su actual situación me remueve la memoria de cuanto por mí ha dado en Quito. Reciba Ud, las más finas expresiones de toda mi familia. Penétrese Ud. de la extinción de mis sentimientos y de la cordialidad con que me repito su reconocida y fiel amiga que besa su mano".

Poco después sus hermanas le dieron la triste noticia de la muerte de Abdón y ella exclamó: "Ha muerto el hijo de mis entrañas, mas la Patria está libre y vengada la sangre de mi esposo".

El 11 de Julio arribó Bolívar a Guayaquil, visitó a Manuela que aún vivía en casa de su madre, simpatizó con sus hermanas: Joaquina, mujer vehemente y fantasiosa que empezó a llamarle “Mi Glorioso" y él en retribución "La Gloriosa", coqueteó con Gerónima, a quien cariñosamente mencionará luego con el adjetivo de "La Loca", Ana de Villamil, Francisca de Vivero, cuya casa también consideró como suya.

Preocupada Manuela por su precaria situación económica y considerando que el Congreso de Colombia había suspendido las pensiones, redactó un petitorio que en su parte medular dice así: "Sobrevenida la transformación de esta Provincia, se creyó obligado a continuarme la pensión, no solo por haber reconocido la deuda del gobierno español, sino como un premio que Calderón (su esposo) se había hecho acreedor como defensor de la Patria y en consecuencia pasó a caja la orden, que también presentó para que se me satisfaciese la pensión con arreglo al grado de Coronel que obtuvo por la misma Patria. El mayor de mis dos hijos contaba dieciséis años y como heredero de los sentimientos de su Padre se dedicó al servicio de la Patria, desde que esta ciudad proclamó su independencia. Es constante que no hubo expedición ni servicio alguno en que no tomar se parte y que adicto a la República hasta el entusiasmo, se incorporó a la primera oportunidad en sus filas y falleció en ellas cuando la gloriosa jornada de Pichincha. El señor General Sucre le ascendió a Capitán graduado y dio orden para que se le pasase siempre revista y se me satisfaciese su sueldo de Teniente, como parece del documento que acompaño a los anteriores. Protesto a V. E. que si no me hallase con tres niñas y un niño de trece años y sin recurso alguno para sus sostenimientos, me abstendría de solicitar lo mismo de un gobierno cuyas necesidades me tendría dichosa en remediar a costa de cualquier sacrificio mío, pero siendo mi angustia la más extrema, me es indispensable recurrir a ese mismo gobierno, de quien me prometió ese auxilio, a que no se negaron nuestros enemigos y sin que absolutamente podré subsistir con mis hijos, como es notorio. Las dos pensiones, de mi marido e hijo, hacen 82 pesos 5 reales y sin embargo de que en este país tan caro, apenas alcanzan para el alimento, vestido, casa y servicio de una familia de cinco individuos, vengo gustosa a rebajar diez pesos de la pensión de mi hijo, aprobada por Vuestra Excelencia, dándome por satisfecha con los 73 pesos que su Exclencia se sirve asignarme, f) Manuela Garaycoa de Calderón.

Bolívar le aceptó la renuncia de los diez pesos y ordenó que se abonen con cargo a la mitra vacante de Cuenca los restantes.

De Cuenca pasó a Quito y el 16 de Noviembre volvió a escribirles: "A la familia Garaycoa. Mis damas y señoras. Gloriosa, Loca, etc. Con suma satisfacción he recibido la muy apreciable de Uds. no puedo negar que Uds. me harán ir al cabo del mundo, solo por tener el gusto de rendirles mis cordiales agradecimientos. Son Uds. tan buenas conmigo que no es posible más. La Gloriosa tiene razón de quererme porque yo la amo de amor y gratitud. Mi señora doña Manuela, con más juicio y la misma amistad, tiene derecho a toda mi consideración y respeto; ¡que no se ofenda la primera! A la señora madre y niñas que no tengo cuidado por los godos y que soy a sus pies el que más les adora y respeta. Se entiende a Carmencita y las hermanitas (las Calderón) con las adoradas. Soy con toda la consideración y rendimiento, afectísimo, f) Bolívar".

De allí en adelante el epistolario se volvió copioso. Hay constancia de que las cartas siguieron sucediéndose hasta días antes del fallecimiento del Libertador en 1830.

En 1842 el matrimonio de su hija Baltazara Calderón con su pariente el Gobernador del Guayas Vicente Rocafuerte, dio a la familia poder político. El 14 de Abril de 1846 murió su madre Eufemia Llaguno de Garaycoa.

En 1864, a raíz de la expulsión de Baltazara por orden del presidente García Moreno, quien meses antes había hecho huir de la ciudad a Mercedes editora de un pequeño periodiquito titulado "El Duende", tuvo la familia que viajar nuevamente a Lima, donde le sorprendió la muerte el 25 de Abril de 1867, de 82 años de edad, a causa de unas fiebres malignas y fue enterrada en el soberbio Mausoleo construido por orden de su hija Baltazara para guardar las cenizas de su esposo Vicente Rocafuerte.

En su epitafio reza lo siguiente: "Manuela Garaycoa Vda. de Calderón. Sin su esposo que fue uno de los primeros caudillos mártires de América y madre en temprana edad de seis hijos huérfanos, concentró sus vehementes y elevados sentimientos en ellos. Se consagró a inspirarles un profundo respeto a sus deberes. Practicó todas las virtudes y espera su familia una venerada memoria desde el 25 de Abril de 1867".

Quienes la conocieron y trataron aseguraban que era bella y grave, que tenía un alma sin dobleces, orlada de excepcionales méritos.

Tomado y resumido de la pagina de Rodolfo Pérez Pimentel, www.diccionariobibliograficoecuador.com


María del Tránsito Sorroza, llamada popularmente “Manos de seda”. Negra guayaquileña que ejerció oficialmente las tareas de comadrona, alcanzó renombre por su habilidad y éxito en la atención de casos difíciles, gracias a lo cual obtuvo su libertad (1646), llegando a convertirse en la mimada del señorío porteño que la acompañó en su última enfermedad y se hizo presente en su sepelio para rendirle homenaje.
Durante la pompa fúnebre celebrada en la Iglesia de Santo Domingo, el sermón con el que se exaltaron elocuentemente sus virtudes y sus obras, hizo que el público cuyo afecto y respeto se había ganado, empezará a rendirle culto como si se tratase de una bien aventurada. María Alvarado una negrita de las muchas que criaba la Sorroza, guardó el manuscrito de un dominico que historiaba minuciosamente la vida de la beata María del Tránsito.
Más tarde el filántropo, el Doctor Ignacio Hurtado de López, compró unos solares al costado de la Iglesia San Francisco, hacia el oeste, donde edificó de su peculio un hospital para mujeres al que llamó “Nuestra Señora de Tránsito”, en memoria de la mencionada María. Este centro asistencial luego fue cuartel y después desapareció consumido por el fuego de un incendio.


MARIA AUGUSTA URRUTIA DE ESCUDERO
FILANTROPA.- Nació en Quito el 6 de Febrero de 1.901 y fueron sus padres legítimos el industrial Julio Urrutia y Olano concesionario de la primitiva iluminación a kerosene y en 1.898 socio de Manuel Jijón Larrea y de Enrique Gangotena Jijón en la Compañía " La Eléctrica " que instaló a principios de siglo la planta de Guápulo y dotó de luz a Quito; sin embargo, el negocio fracasó, fue a la quiebra y sus bienes terminaron embargados, quizá por eso entristeció, lo que no disminuyó la fortuna de su esposa María Barba Aguirre, mujer alegre, vivaz, sociable, pues ella había realizado la separación de bienes. Ella era condueña de una casa en la Plaza Grande de las haciendas Rumipamba y La Granja por herencia de su padre Rafael Barba Jijón y de la hacienda La Carolina comprada por sí misma. Viuda de Urrutia, casó en segundas nupcias con Manuel Larrea Donoso, latifundista, con quien tuvo dos hijos que murieron de corta edad y poco después volvió a enviudar y heredó.
La niña María Augusta comenzó sus estudios en el Colegio de monjas de La Providencia pero no quiso permanecer allí porque como hija única era muy consentida. En 1.911 su madre la consagró a la Virgen y cuando poco tiempo después ocurrió su segunda viudez ambas viajaron a Europa y terminó su educación en los diferentes conventos donde se alojaban. Aprendió perfectamente el italiano y el francés.
En 1.919 conoció en Paris al joven Alfredo Escudero y Eguiguren de familias nobles lojanas y heredero de una gran fortuna, con quien se comprometió al gusto de su exigente madre y casó al poco tiempo de su regreso a Quito en Diciembre de 1.92l.
El matrimonio fue bien avenido aunque sin hijos por lo que viajaron a Europa con el propósito de intentar algún tratamiento médico. El se dedicaba por entero al manejo de sus numerosas propiedades agrícolas y ganaderas: Solanda en Quito, San Agustín y la Umbría en Machachi y ella a agradarle con exquisiteces culinarias pues le encantaba entrar a la cocina; pero, a finales de Febrero de 1.93l, después de atender a un indígena en una de las haciendas él cayó enfermo, se agravó pese a los cuidados y atenciones que se le prodigaron y finalmente murió el 1 de Marzo de 1.93l.
¿Qué hacer en tales circunstancias? ¿Dedicarse a la caridad? ¿Cuidar a los niños? Y así fue cómo surgió su generosa iniciativa de brindar en los bajos de su casa un almuerzo diario a niños pobres y para ampliar el patio hizo derribar el árbol central, sembrando en su lugar plantas pequeñas, dos grupos, unas buganvillas, geranios y miramelindas, también compró una gran cocina alemana para leña y finalmente, al siguiente año,  pudo inaugurarlo con capacidad para 60 niños, después lo ampliaría a 80 y más, de suerte que utilizando los comestibles de sus abarrotadas bodegas, realizó un gran bien relativamente a bajo costo.
"Vienen y se lavan las manos porque siempre ha habido servicios, agua caliente y todo para que tengan comodidad. Hasta que se reúna un número tal juegan, después se les hace formar y se toma lista, se les hace rezar una pequeña oración (generalmente un Padre Nuestro y un Ave María) para dar gracias a Dios por el almuerzo que van a tomar. Entran y se sirven. Este trayecto es una media hora. Por cada mesita de diez personas hay un niño cuidador que vigila que no peleen, que no se pateen por debajo, que no ensucien mucho la mesa, porque eso si, son bien malcriados los pobres. Los cuidadores tienen esa misión de verles. Entre ellos mismos hay uno por semana que lava los platos, otro las cucharas y otros los jarros de leche, tres niños lavan la vajilla toda la semana. El día Viernes se hace la limpieza general y allí son cinco los niños que ayudan a lavar bien los pisos, las mesas y las sillas y se les gratifica con alguna cosita, un yogurt más o alguna otra cosita."
En 1.933 llegó de España el padre Eduardo Vásquez Dodero, S.J. Discretamente obtuvo el privilegio de utilizar uno de los confesionario de la Iglesia de la Compañía y con sumo tacto y decoro comenzó a guiar las conciencias de las damas más pudientes de la alta sociedad quiteña, entre ellas a Da. María Barba Aguirre, quien lo recomendó de inmediato a su hija y desde entonces fueron María Augusta y el padre Eduardo un solo pensamiento y una sola acción, pues a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola que se convirtieron en el eje fundamental de la vida de María Augusta.
En 1.939 murió su madre y María Augusta quedó sin su protección. En lo material fue su segunda herencia, recibió las haciendas La Granja, Rumipamba, la Carolina y una fortuna en efectivo. Después recibiría otras herencias más. Entonces comprendió que había llegado el momento oportuno y con el padre Vásquez Dodero, autor de la idea y redactor de los estatutos, creó una Fundación que pensó llamar Barba Aguirre para perpetuar la memoria de su madre, aunque a última hora aceptó el nombre de Mariana de Jesús solo por complacer al Padre Vásquez Dodero. Sus familiares pobres, que si los tenía, vieron con espanto como escapaba de sus manos la fortuna. En cambio, los miembros de la nueva Fundación, comenzaron a manejarla. Con el paso del tiempo, cada vez más imbuida en el espíritu ignaciano, fue traspasando a la Fundación la totalidad de sus bienes, compuestos de varias haciendas, una de las cuales -La Granja- lindaba con Quito y como la ciudad crecía la Fundación se fue volviendo cada vez más opulenta. Su fundadora tenía pensado destinar parte de los terrenos de la Granja para una ciudadela de hasta cien casas para otros tantos hogares obreros, pero el plan tuvo diversos altibajos y finalmente fue desechado en ese lugar. Ese año de l.939 la Fundación donó a la Municipalidad de Quito más de la mitad de la hacienda Rumipamba para levantar el parque de la Carolina, así llamado en homenaje a Carolina Barba Aguirre, tía de Doña María Augusta.
En 1.942 entregó a la Municipalidad el uso de las fuentes de las haciendas La Granja y Rumipamba para subsanar la falta de agua de Quito. Posteriormente donaría los terrenos necesarios para el funcionamiento del Departamento de Agua Potable. Al mismo tiempo creó el Hogar Javier para Universitarios donde estos pudieran comer y dormir, esta institución hoy es conocida como la Congregación Mariana para la formación cristiana de quienes quieran comprometerse aún más en el apostolado.
En 1.944 empezó a funcionar la Casa de Ejercicios Espirituales en la hacienda San Agustín en Machachi para estudiantes de los sextos cursos de los Colegios católicos de Quito, después fue ampliando el radio de acción a políticos, intelectuales, profesionales, bachilleres, universitarios, solteros, casados, etc. a fin de obtener católicos comprometidos en la defensa de una religión que nadie atacaba.
Por un interesantísimo folleto publicado por la Fundación sabemos que su vida privada comenzaba a las cuatro y media de la mañana para concurrir a la misa de las cinco en la Iglesia de la Compañías. A las ocho, ya de regreso, se realizaba el arreglo de las habitaciones mientras desayunaba a solas en su habitación. Las mañanas eran dedicadas a sus asuntos mercantiles y legales que nunca descuidó. Revisaba las cuentas, giraba los cheques, hacía los pagos, hablaba con los abogados. Tenía administradores pero estaba al tanto de todo pues era una gran administradora y estupenda trabajadora.
En 1.950 la Fundación entregó el terreno para la construcción del Filosofado San Gregorio de la Compañía de Jesús. En 1.957 donó a la Biblioteca de los padres jesuitas de Cotocollao su valiosa colección de cartas autógrafas que el Mariscal Antonio José de Sucre dirigió a su tatarabuelo el General Vicente Aguirre Mendoza. El 60 la Fundación volvió a donar a la Municipalidad, esta vez fueron más de veinte hectáreas, para diversos usos.  El 70 donó diez hectáreas al Consejo Provincial del Pichincha.
A principio de los 80 la Fundación donó más de cien hectáreas para la construcción del Plan Solanda de viviendas destinadas a familias pobres y para otros menesteres sociales.
En 1.982 fue condecorada por el gobierno del Presidente Oswaldo Hurtado Larrea con la Orden Nacional al Mérito. Al agradecer habló del plan de vivienda.
A finales de 1.987 falleció. Tenía 86 años, estaba lúcida, se la veía fuerte. Sus restos fueron depositados junto a los de su marido en la cripta de la Compañía de Jesús y bajo el altar mayor.
Fue una dama buena y generosa, sencilla y entregada a la religión.
Tomado y resumido de la página de Rodolfo Perez Pimentel www.diccionariobibliograficoecuador.com

Raquel Verdesoto Salgado
Nace en la ciudad de Ambato el 16 de noviembre de 1910, hija del Teniente Coronel Don Francisco Verdesoto Murillo y de Doña Lucila Salgado Hidalgo.
Realiza sus primeros estudios en la escuela  San Vicente de Paúl. Viaja a Quito  para estudiar en el entonces “Instituto Normal Manuela Cañizares”; se gradúa como Preceptora Normalista. En Ambato  inicia sus labores de maestra en el Liceo Municipal Cevallos, etapa en la que sus inquietudes literarias afloran  en  la prensa local. En 1934 publica un libro que escandaliza, titulado Sin Mandamientos.  
Ingresa en la Universidad Central del Ecuador. Se especializa en Literatura y culmina su carrera como Doctora en Ciencias de la Educación. Cabe citar  las palabras de Nela Martínez, en un artículo dedicado a Raquel Verdesoto “…En realidad fue doctora, antes de que le dieran el título…”. Fue una de las primeras mujeres que junto con Matilde Hidalgo y Moraima Carvajal,  ejercen el  magisterio en dicha Facultad. La Universidad Central del Ecuador, en reconocimiento a sus relevantes méritos la nombra Profesora Honoraria.
Perteneció a los grupos de poesía “Avanzada” y “Barros”, en la provincia de Tungurahua. Por convicciones socialistas, con Nela Martínez, Luisa Gómez de la Torre, Isabel Herrería de Saad y otras compañeras fundaron la asociación “Alianza Femenina” y más tarde “Mujeres del Ecuador”.
En 1952, el Ministerio de Educación Pública le concede un premio por su ensayo biográfico acerca de Luis Felipe Borja.  En 1953 la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación le otorga  el Primer Premio en el Concurso Historia de la Facultad de Filosofía. En 1954 triunfa en el Concurso Literario Femenino Nacional con la biografía sobre Marieta de Veintimilla. En 1957, en Homenaje al año Internacional de la Mujer, forma parte del Jurado Femenino en el Concurso Poético Nacional Ismael Pérez Pazmiño.
En el año 2000 (post mortem) la Municipalidad del Cantón Ambato le otorga  LA DISTINCIÓN JUAN LEON MERA por su aporte a la literatura ecuatoriana. 
En  su profundo amor hacia la libertad, igualdad y causas justas es indudable la influencia del  padre de ella, el Teniente Coronel Francisco Verdesoto Murillo, leal y valiente oficial de Eloy Alfaro. Su pasión por las letras la hereda  de su  abuela materna Doña Ana María Hidalgo Fernández Salvador, quien escribía ya,  en una  época en la que la mujer tenía como meta el consagrarse a las tareas domésticas. Su hermano, el Doctor Luis Verdesoto Salgado siguió las mismas huellas.
La labor que más  honró, la de ser MAESTRA. Respetó siempre la dimensión y sublimidad esta misión. Consideraba que el objetivo primordial del maestro y del escritor es el transmitir a las nuevas generaciones la pasión por la defensa de la vida y el sentido de los verdaderos y perdurables valores. 
Murió el 27 de mayo de 1999.    
Tomado y sintetizado de la página web, http://raquelverdesoto.webs.com/

Mariana de Jesús, Azucena de Quito


Su nombre completo era Mariana de Jesús Paredes Flórez. Nació en Quito (Ecuador) en 1618. Desde los cuatro años quedó huérfana de padre y madre y al cuidado de su hermana mayor y de su cuñado, quienes la quisieron como a una hija.
Desde muy pequeñita demostró una gran inclinación hacia la piedad y un enorme aprecio por la pureza y por la caridad hacia los pobres. Ya a los siete años invitaba a sus sobrinas, que eran casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el viacrucis.
Se aprendió el catecismo de tal manera bien que a los ocho años fue admitida a hacer la Primera Comunión (lo cual era una excepción en aquella época). El sacerdote que le hizo el examen de religión se quedó admirado de lo bien que esta niña comprendía las verdades del catecismo. Al escuchar un sermón acerca de la cantidad tan grande de gente que todavía no logró recibir el mensaje de la religión de Cristo, dispuso irse con un grupo de compañeritas a evangelizar paganos. Por el camino las devolvieron a sus casas porque no se daban cuenta de lo grave que era la determinación que habían tomado. Otro día se propuso irse con otras niñas a una montaña a vivir como anacoretas dedicadas al ayuno y a la oración. Afortunadamente un toro muy bravo las devolvió corriendo a la ciudad. Entonces su cuñado al darse cuenta de los grandes deseos de santidad y oración que esta niña tenía trató de obtener que la recibieran en una comunidad de religiosas. Pero las dos veces que trató de entrar de religiosa, se presentaron contrariedades imprevistas que no le permitieron estar en el convento. Entonces ella se dio cuenta de que Dios la quería santificar quedándose en el mundo.
Se construyó en el solar de la casa de su hermana una habitación separada, y allí se dedicó a rezar, a meditar, y a hacer penitencia.
Había aprendido muy bien la música y tocaba hermosamente la guitarra y el piano. Había aprendido a coser, tejer y bordar, y todo esto le servía para no perder tiempo en la ociosidad. Tenía una armoniosa voz y sentía una gran afición por el canto, y cada día se ejercitaba un poco en este arte. Le agradaba mucho entonar cantos religiosos, que le ayudaban a meditar y a levantar su corazón a Dios. Su día lo repartía entre la oración, la meditación, la lectura de libros religiosos, la música, el canto y los trabajos manuales. Su meditación preferida era pensar en la Pasión y Muerte de Jesús.
En el templo de los Padres Jesuitas encontró un santo sacerdote que hizo de director espiritual y le enseñó el método de San Ignacio de Loyola, que consiste en examinarse tres veces por día la conciencia: por la mañana para ver qué peligros habrá en el día y evitarlos y qué buenas obras tendremos que hacer. El segundo examen: al mediodía, acerca del defecto dominante, aquella falta que más cometemos, para planear como no dejarse vencer por esa debilidad. Y el tercer examen por la noche, acerca de todo el día, analizando las palabras, los pensamientos, las obras y las omisiones de esas 12 horas. Esos tres exámenes le fueron llevando a una gran exactitud en el cumplimiento de sus deberes de cada día.
Para recordar frecuentemente que iba a morir y que tendría que rendir cuentas a Dios, se consiguió un ataúd y en el dormía varias noches cada semana. Y el tiempo restante lo tenía lleno de almohadas que semejaban un cadáver para recordar lo que le esperaba al final de la vida.
Se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: "Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo". Y desde muy niña empezó a mortificarse en la comida, en el beber y dormir. En el comedor colocaba una canastita debajo de la mesa y se servía en cantidades iguales a todos los demás pero, sin que se dieran cuenta, echaba buena parte de esos alimentos en el canasto, y los regalaba después a los pobres. Uno de los sacrificios que más la hacían sufrir era no tomar ninguna bebida en los días de mucho calor. Pero la animaba a esta mortificación el pensar en la sed que Jesús tuvo que sufrir en la cruz. Se colocaba en la cabeza una corona de espinas mientras rezaba el rosario. Muchísimos rosarios los rezó con los brazos en cruz.
Como sacrificio se propuso no salir de su casa sino al templo y cuando alguna persona tuviera alguna urgente necesidad de su ayuda. Así que el resto de su vida estuvo recluida en su casa. Solamente la veían salir cada mañana a la Santa Misa, y volver luego a vivir encerrada dedicada a las lecturas espirituales, a la meditación, a la oración, al trabajo y a ofrecer sacrificios por la conversión de los pecadores. Se propuso llenar todos sus días de frecuentes actos de amor a Dios. Cada día rezaba 12 Salmos de la S. Biblia. Ayunaba frecuentemente.
María recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. También le dio a conocer Nuestro Señor varios hechos que iban a suceder en lo futuro, y así como ella los anunció, así sucedieron (incluyendo la fecha de su muerte, que según anunció sería un viernes 26). Tenía un don especial para poner paz entre los que se peleaban y para lograr que ciertos pecadores dejaran su vida de pecado. A un sacerdote muy sabio pero muy vanidoso le dijo después de un brillantísimo sermón: "Mire Padre, que Dios lo envió a recoger almas para el cielo, y no a recoger aplausos de este suelo". Y el padrecito dejó de buscar la estimación al predicar.

Parque Gabriela Mistral (Vicuña 1889 - Nueva York 1957)
Lucila Godoy, llamada Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena. Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N., fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el premio nacional.
En 1953 se le nombra Cónsul de Chile en Nueva York. Participa en la Asamblea de Las Naciones Unidas representando a Chile. En 1954 viene a Chile y se le tributa un homenaje oficial. Regresa a los Estados Unidos.
El Gobierno de Chile le acuerda en 1956 una pensión especial por la Ley que se promulga en el mes de noviembre.
En1957, después de una larga enfermedad, muere el 10 de enero, en el Hospital General de Hempstead, en Nueva York. Sus restos reciben el homenaje del pueblo chileno, declarándose tres días de duelo oficial. Los funerales constituyen una apoteosis. Se le rinden homenajes en todo el Continente y en la mayoría de los países del mundo.
La obra poética de Gabriela Mistral surge del modernismo, más concretamente de Amado Nervo, aunque también se aprecia la influencia de Frédéric Mistral (de quién tomó el seudónimo) y el recuerdo del estilo de la Biblia. De algunos momentos de Rubén Darío tomó, sin duda, la principal de sus características: la ausencia de retórica y el gusto por el lenguaje coloquial. A pesar de sus imágenes violentas y su gusto por los símbolos, fue, sin embargo, absolutamente refractaria a la "poesía pura", y, ya en 1945, rechazó un prólogo de P. Valéry a la versión francesa de sus versos. Sus temas predilectos fueron: la maternidad, el amor, la comunión con la naturaleza americana, la muerte como destino, y, por encima de todos, un extraño panteísmo religioso, que, no obstante, persiste en la utilización de las referencias concretas al cristianismo. Al citado Desolación siguieron los libros Lecturas para mujeres destinadas a la enseñanza del lenguaje (1924); Ternura (1924), canciones para niños; Tala (1938); Poemas de las madres (1950), y Lagar (1954). Póstumamente se recogieron su Epistolario (1957) y sus Recados contando a Chile (1957), originales prosas periodísticas, dispersas en publicaciones desde 1925.

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